sábado, 12 de mayo de 2012

FELIPE V EN EL PUERTO DE SANTA MARÍA

Con la llegada al trono de Felipe V, el primer Borbón, la ciudad de El puerto de Santa María comienza a vivir una nueva y mejor época tras las heridas sufridas por los portuenses durante los desembarcos y expolios realizados por ingleses y holandeses (1702), que como todos los que a lo largo de la historia habían venido a sitiar Cádiz, hacían uso de nuestra ciudad, ya fueran de un bando como de otro como cuartel y almacenamiento; hecho que volverá a ocurrir con Napoleón y con los Cien Mil Hijos de San Luis en el siglo XIX. 

















































La prosperidad fue la tónicalo largo del XVIII, debida principalmente al traslado que en 1717 se produjo de la Casa de Contratación de Sevilla a Cádiz. El fruto de esta bonanza económica es visible hoy en día en el conjunto de las construcciones, fundamentalmente civiles, que adornan y configuran la actual fisonomía portuense, la ciudad "dieciochesca" mejor conservada de toda Andalucía.


En estos años ya Cádiz actuaba como puerta de América, y este traslado que ordena Felipe V sólo vino a "oficializar" este nuevo estatus, pero es indudable su papel fundamental en el crecimiento económico. Con este acto se establece en Cádiz la cabecera del monopolio del comercio con las Américas, convierte a toda la Bahía en unos de los principales centros comerciales de Europa, creando un ambiente liberal y cosmopolita.
La arquitectura, como las demás artes en los años centrales del reinado de Felipe V (1700-1746) vino determinado por la conjunción de tres fuerzas de empuje casi simétrico: la tradición hispana, la in-fluencia de Francia y la proveniente de Italia. En El Puerto esto no es una excepción, pero aquí la situación se acomoda al fértil momento económico propiciado que vive la comarca, favorecido por el Comercio de Indias y por la línea general de la política de los primeros Borbones. Fruto de estas influencias nacerán, aunque en una gran parte ya en el XIX, las famosas Casas Palacio. La  casa de Juan Vizarrón, también llamada de las Cadenas,   sirvió de residencia de verano de Felipe V en 1729 y 1730, data del siglo XVII.






























                                                                                                                                         Coincidiendo con estas visitas reales, en El Puerto se estaba fraguando el embrión de lo que sería el marco de la nueva imagen de esta ciudad: el Convento de las Capuchinas, que actualmente es el Hotel Monasterio, la fuente de las Galeras Reales.


Plano de la distribución original del Monasterio de las
Capuchinas, actual Monasterio San Miguel.



MONASTERIO DE LAS CAPUCHINAS
En el año 1727, el Duque de Medinaceli,  D. Nicolás de Córdoba y de la Cerda, era señor de El Puerto, y Sor Gertrudis Pérez, superior de las monjas capuchinas se encargada de las primeras gestiones para la fundación de este convento, y solicita al Duque la licencia para comenzar las labores. Pero justamente dos años después de que ésta le fuera concedida, y aún buscando el lugar idóneo y la financiación necesaria, se da el hecho de que El Puerto pasa a la Corona, coincidiendo con la larga estancia que la Corte de Felipe V tuvo en Sevilla (1729-1733), y después de una visita de los soberanos a la ya por entonces próspera ciudad de las orillas del Guadalete.








































Este hecho conllevó que la sor tuviera que solicitar de nuevo el permiso, dirigiéndose esta vez al soberano Felipe V. En el "Libro de Crónicas" que relata la fundación del convento, se recoge este momento con la ortografía de la época: "Aviendo precedido el consentimiento de todas las Ciudades, voto en Corte, a instancias y solicitud de la muy noble ciudad de Sevilla a quien dicha Reverenda Madre empeñó para conseguirla, fue Dios servido que en el año de mil setecientos veynte y nueve, en el mes de Octubre, su Real Magestad se dignó concederla".
Este hecho también influyó decisivamente para que al Arzobispo de Sevilla, D. Luis de Salcedo y Azcona, estimulado por la estancia Real en su ciudad, se convirtiera en relanzador, protector y más tarde financiador, de la construcción de este convento de capuchinas, sirviendo como botón de muestra el hecho de no tardar más de seis días en dar su licencia tras el visto bueno del monarca. Antes de su muerte el Arzobispo lo dejó todo preparado para que las obras no se paralizaran, incluyendo este deseo en su testamento. Su sucesor, en 1744, el Cardenal Infante D. Luis de Borbón y Farnesio, hijo de Felipe V, señaló limosnas que ayudaron a conseguir su deseo.
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FUENTE DE GALERAS.

Según se desprende de la inscripción que posee la Fuente de Galeras en su frente principal, fue construida por el maestro mayor don Bartolomé de Mendiola durante los primeros meses del año 1735, bajo el mandato de don Tomás Idiaquez, nombrado jefe supremo de la Bética por el monarca Felipe V. Con motivo de una de las estancias de sus majestades el rey Felipe V y su esposa Isabel de Farnesio en El Puerto de Santa María durante 1735, recordar que dicha ciudad era frecuentemente visitada por los monarcas españoles durante la época estival, tomó la decisión de adornar la ciudad con aguas surgidas de diversas partes, como recoge la inscripción anteriormente citada, con la finalidad de proveer a la flota y expediciones que se dirigían hacia las Indias y, a su vez, pudiesen ser admiradas por cuantos viajeros la contemplasen.
A pesar de su magnífica construcción arquitectónica y decorativa, el agua corría sin interrupción durante todo el día, provocando el que las calles se convirtiesen en un fangal produciendo malestar entre los vecinos y un grave perjuicio para la economía de la ciudad. Esta situación se mantuvo hasta mediados del siglo XIX, período en el que se comenzó a regular el agua de las fuentes existentes mediante grifos, y a crear toda una red de cañerías que pasarían por las cuatro fuentes principales que poseía la localidad: la de Galeras, la de la Cárcel, la de Santo Domingo y la de la Caridad.
Será también por aquel entonces cuando se construya la fuente de la Cárcel y se remodele la mencionada de Galeras. Precisamente durante el año 1842, el maestro mayor Diego Jilgueras le colocó a la citada fuente los seis grifos, el solado y el alicatado con losas de Tarifa y los dos escalones corridos también con la misma piedra.
Lo más significativo de dicha fuente es el remate en piedra a modo de cornisa donde se enmarca una especie de dosel pétreo cuyo motivo central, el escudo real, está flanqueado por dos leones rampantes envueltos por una decoración formada a base de roleos. Rematan dicha fuente cuatro jarrones esquineros y la corona real.

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